Mientras en Buenos Aires se desarrolla la Experiencia Endeavor, un evento donde mucha gente se reúne a escuchar cómo otros hablan sobre emprender, me puse a pensar en la bastardización del término (y estoy seguro que "bastardización" es la idem de otro término) y la manifiesta distorsión de la realidad que afecta a una porción de los prospectos de emprendedores latinoamericanos.
En mi observación -parcial y personalísima- del paisaje emprendedor latinoamericano enfocado en productos/servicios online (how's that for a category?), veo dos tendencias que operan en contra del pleno desarrollo de la actividad emprendedora que, y en esto todo el mundo parece coincidir, la región necesita con urgencia.
Quede claro que no me enfoco en quienes tienen negocios armados y funcionando, que son muchos, sino que me refiero a quienes quieren emprender, pero aún no lo logran, y me parece saber por qué:
Uno - La imitación del gesto vs el desarrollo del carácter
Me voy a robar un texto de las Crónicas del Ángel Gris, de Alejandro Dolina (gran deslumbrador de estudiantes trasnochados) que refleja exactamente lo que después explicaré con dificultad:
[...] El niño precoz recibe la visita anticipada de ciertos rasgos de la adultez. Algunos tocan el piano como expertos profesionales, otros aprenden lenguas, dibujan o poseen la ciencia.
Pero hay chicos cuya precocidad consiste en adquirir antes de tiempo el tono vacío y protocolar de las conversaciones de sala de espera, y aprenden a los seis años la filosofía de los tontos satisfechos.
"Así anda el mundo, Doña Juana..." "Qué se gana discutiendo, Don José..." "Hablando se entiende la gente, Carlitos..."
También repiten el lenguaje de las revistas y hacen suyas las respuestas de los reportajes más vulgares.
Por cierto, mucha gente cree que ésa es la sabiduría, y yo digo que más sabios son los pibes indoctos que observan con repugnancia los diálogos de los parientes bien educados.
Ojalá surjan muchos niños prodigio que se apropien del genio con impaciencia.
Pero para ser un papanatas, me parece que no hay apuro.
Cuanto más me conecto con el ecosistema emprendedor, con más frecuencia me asombro ante la cantidad de gente que -al parecer- asume que el emprendimiento es una actividad en sí misma, y que lo común entre sus practicantes son rasgos de la personalidad, más que su actividad empresarial. Prefieren, o creen que es lo mismo, portarse como emprendedores, en vez de emprender; quizás ignorando que la línea que separa ambos conceptos no es fina.
Imagino horas de insomnio repitiendo "Como Wenceslao Casares habla en eventos, para ser un emprendedor exitoso yo tengo que encontrar eventos donde hablar," sin tener en cuenta los muchos ceros a la derecha que pueblan desde hace años el saldo bancario de @wences.
Y si no encuentran eventos donde hablar, seguro encuentran eventos donde ir. Me acaba de decir un amigo "Estoy viendo a 4 proveedores míos en la audiencia de un evento, TODOS me deben trabajo, cotizaciones o respuestas a correos, pero para pasarse 2 días acá y twittear lo bueno que está el evento sí tienen tiempo."
Y antes que salgan corriendo a comprar el libro de Doyle Brunson, Jason Calacanis no juega manos de poker de USD10,000, o se compra un Tesla porque es un emprendedor exitoso; lo hace porque TIENE esa plata para dedicarla a su hobby.
Creo que buscar atajos que lleven al reconocimiento social es intrínseco de la naturaleza humana. También creo que hay un problema en Latinoamérica por estar lejos: sólo nos llega el ruido y muy pocos tenemos las ganas de investigar, y menos tienen la suerte de ver la realidad de Silicon Valley o Europa más de cerca.
Emprender, en mi modesta y desinformada opinión, es intentar cambiar la realidad de un mercado a través del establecimiento de una empresa dedicada a extraer valor de ese cambio.
Montar una empresa implica contratar gente, comprar equipos, decorar oficinas, encontrar clientes, evaluar proveedores, producir el producto o prestar el servicio, dar soporte a clientes, abrir sucursales, atender imprevistos, coordinar vacaciones, apagar incendios, pagar impuestos, asegurar la calidad, mudarse, despedir empleados, enfrentar competencia, resolver incompetencias, achicarse en crisis y acomodarse al crecimiento, et cetera.
También puede haber algo de term sheets, reuniones con inversores, entrevistas en medios y días de gloria en Techcrunch, pero el 99.98% es lo otro.
No creas que pierdes algo por no estar "en el ruido" con el que los proto-emprendedores latinoamericanos se abstraen de la realidad. Probablemente estés haciendo plata.
Dos - No sé lo que quiero, pero lo quiero YA
Esto viene de una pregunta off-mic que recibí después de hablar en Campus Party Mx, que más o menos decía "Quiero dedicarme a X negocio sí o sí o sí, creo firmemente que funcionará a la perfección en mi ciudad, pero no encuentro créditos ni inversores para montarlo."
Casi se desmaya cuando le respondí "Ponte a trabajar en alguna otra cosa, ahorra durante unos 5 o 10 años y luego montas el negocio que quieras."
Parece que "It takes twenty years to become an overnight success" y Malcolm Gladwell con Outliers y sus 10,000 horas de vuelo para dominar una actividad no son suficientes para contrarrestar el efecto devastador de Tim Ferriss y The 4-hour workweek.
Es MUY difícil explicarle a alguien de 22, que un año no es la eternidad que parece a esa edad. Mucho más difícil es hablar de años de dedicación al trabajo, si las historias que pueblan los medios se centran en los casos sobresalientes de plata rápida, que son muy pocos, pero los que mejor venden.
Trabajar no es el plan B, es el plan CERO. Rezar por que el enésimo intento de pegarla con un get-rich-quick scheme funcione, "o si no tendré que conseguir trabajo" es la enésima receta de un menú de fracaso with a side of shame.
Y acá esto se enlaza con Uno: intentar disociar el emprendimiento del trabajo es un error tan burdo, que cuando es adrede, es estafa. ¿Cuándo es adrede? Cuando intentan venderte tickets a eventos de networking, o ebooks para hacer dinero mientras duermes, o la Ultimate Cash Machine.
Emprender es trabajar para tus clientes y empleados, en vez de trabajar para tus jefes. Trabajar jamás queda fuera de la ecuación.
Un dicho que le encanta a mi mujer (y a mí como refranero consorte) es "Que la suerte te encuentre trabajando." Cuando llegue, y la analices más de cerca, verás que no es suerte.
Ranteado por Andrés Bianciotto, un tipo que habla sobre emprendimiento con jóvenes impresionables.