Secretos en reunión

Por Santiago Pochat. Hace unos días Mariano escribía sobre la debacle de Wikileaks, su origen, presente y un análisis estrecho sobre su relación con la neutralidad de la web que expandió después en otro artículo. Hemos leído en miles de artículos, en cientos de diarios de alrededor del mundo sobre el contenido de los cables, su relación con los gobiernos y las potenciales polémicas alrededor de la misma. Lo que todavía no he visto es alguien que haya levantado la mano para avisar que este no es sino otro caso de espionaje y un muy estándar caso de súper intriga internacional. Nuestra disfunción y sorpresa frente a tan masiva noticia, que te interese la política internacional o no, es increíble e histórica, ha dado lugar a el mas fenomenal caso de amplifiación online que se haya visto hasta ahora.

El contenido es tan sensible y afecta de tal manera las dinámicas internacionales (sin mencionar egos personales de varios mandatarios), que se ha transformado a un claro delito en un caso sensacionalista digno de una novela que lees en el verano. Hillary Clinton tiene razón, la posesión de esta información, su metodología de obtención y posterior liberación constituyen un delito bajo las leyes de los Estados Unidos.

Bienvenidos al principio del fin de las políticas e intrigas dignas de la Guerra Fría ya que el enemigo ha cambiado, hoy cada persona es ese enemigo invisible frente a un establishment que se niega a reconocer que a veces sus prácticas son poco ortodoxas, agresivas y mentirosas. Hoy los secretos a voces que bastante bien se lograban acallar están a la luz sólo porque nosotros quisimos. Mientras millones de personas entraban en Wikileaks de curiosos (estimo que aún más después de que salió en tu noticiero nocturno más cercano) el control de daños se hacía extensivo sin conocer la magnitud del mismo. Fue abrir el paraguas por la primera gota y esperar a la lluvia, por si acaso.

Nosotros mismos fuimos ese difusor, escandalizados, claro.

Las fuentes reservadas, los secretos desencadenados por los denominados "whistle-blowers" y otros similares en los últimos 50 años de historia periodística han moldeado al mundo frente a una desconfianza tremenda. Estados Unidos tuvo problemas para confiar en sus presidentes después de Nixon, por lo que se volvieron mucho mas rigurosos. Y este caso es similar, es una denuncia tremenda frente a un traspaso de información que la mayoría ignora porque no es claramente parte de su esfera de influencia. Aunque muy de lejos, las decisiones internacionales, hechas a puertas cerradas por gente ignota y desconocida nos afecten en algún momento u otro.

Y justamente esto es Wikileaks, ¿esta es la sorpresa? ¿A alguien le sorprende que el gobierno con más recursos del mundo en materia de inteligencia pida información o recaude datos sobre la gente con la que tiene que tratar a diario? Se hacen opiniones cualitativas de la misma manera que nosotros hablamos horrorizados de tal o cual gobierno de turno. Pero estos vienen en cables y nadie debería haberse enterado (como esa ex que te dejó porque la engañaste).

Discutir si esta fuga o "leak" es válida o si esta información siempre debería ser pública es ridículo porque desde ya anticipo que ustedes no estarían dispuestos a entregar sus logs de chat o DMs en Twitter. Como nosotros no estamos obligados a declarar ni admitir y mucho menos revelar nada que no queramos, aunque eso signifique mentir sin admitir que eso es parte de la dinámica humana. Las relaciones sociales se basan en un juego de mentiras, verdades y falsedades en los que los que ganan la discusión y tienen "leverage" o más poder para ganar discusiones son los que más saben.

Porque la información, ya sea saber de aquel tumor o de la personalidad efusiva o agresiva de un mandatario de estado, o de tu mejor amigo ayuda a empujar esa pequeña balanza que significa millones de dólares o convencer a tu compañero que la película que vos querés ver va a ser un millón de veces mejor.

Yo me pregunto, ¿como no nos reconocemos más fácilmente en esta situación?

Porque aunque no siempre nos guste, los secretos son secretos por una razón. Y ellos humanos son.

Post escrito por Santiago Pochat que se aburrió de escribir en The Collective Issue (su blog en inglés) y grita esporádicamente cosas elocuentes en Twitter como @sapochat

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