Mientras ponderaba el hecho de que deberle un post a Mariano era peor que sacar un préstamo me di cuenta de una cosa: “estamos convencidos que por Internet la información es gratis y accesible”.
En los últimos 15 años nos hicimos acreedores de una teoría fenomenal e irreal como pocas veces hemos visto, somos los dueños de la verdad. En mi rol de discutidor profesional de las cosas que pasan cuando uno está en Internet me cansé de ver gente que reclamaba que el acceso a la información, toda, entera, debería ser irrestricto y gratuito. La cruda realidad es que la información no es gratuita en ningún modelo ni escala posible. Alguien siempre paga las cuentas, hay un costo asociado con la información y por ende hay un costo distribuido a través del modelo que el distribuidor de la información crea conveniente. Ya sea publicidad o paywalls divertidísimos que nos hacen la vida moderadamente más dificultosa la información tiene sustento comercial.
Encontramos otra digresión violenta con servicios que parecen gratuitos pero no lo son y encima nos quejamos cuando lo descubrimos.
Ejemplo número uno, Twitter. Cuantas veces nos quejamos del Fail Whale o de errores con DMs, magias varias a las cuales nos tiene acostumbrado la infraestructura que armaron sobre Ruby on Rails los ingenieros en San Francisco. Maltratamos al servicio porque el mensaje no llegó, no vemos las mentions o paf! Nos quedamos sin followers. En ningún momento nadie se atrevió a pensar, ni siquiera a racionalizar que nadie está pagando un peso por los servidores, los ingenieros, la electricidad y el café que necesitan los primeros para funcionar?
Creo que la fundamental distinción entre el mundo online y el offline es que no hay ejemplos relativos por ende no hay comportamientos relativos. Hay una palabra que me gusta usar que no estoy seguro tenga una traducción al español que es “entitlement” (Vendría a ser la idea o noción que uno es acreedor de un beneficio o premio). La masiva accesibilidad de la información ha degenerado en una ilusión de conexión como si toda la información que existe fuera gratuita y accesible en serio.
Richard Feynman, brillante y didáctico físico Norteamericano, describe nuestra imposibilidad de imaginar átomos y en una misma línea nuestra imposibilidad de imaginar distancias tan enormes como años luz. En el mismo video también discute lo difícil que es imaginar el impacto real de algo como la luz de una estrella ya que nosotros solo las vemos desde lejos, lejísimos. A riesgo de ofender a los astrofísicos en serio quiero extrapolar de la misma teoría para marcar un punto.
La información disponible, masiva y casi inimaginable en un contexto físico nos marcaría una tendencia. Somos tan insignificantes que somos víctimas del Efecto Dunning-Kruger, el cual marca que ciertos individuos sobrevaloran su capacidad real, en este caso de análisis. Por ende creemos estamos en nuestro pleno derecho de demandar y exigir. Los servicios no son gratuitos porque sí, son gratuitos porque creemos que nos merecemos sean gratuitos hasta que un día pones tu clon de Twitter y tenes que pagar las cuentas.
Mas grave es la noción pseudo-comunista que expande esta irrealidad a la ley de copyright. La asignación de un valor monetario es por transferencia un paso lógico si la información es propiedad en uso tiene un valor cuantificable y transferible. Sean 99 centavos de dólar por cancion o 1500 dólares por followers a una cuenta de Twitter, se entiende que la valuación es casi tan subjetiva como el IPO de Groupon pero basta de querer imponer un sistema donde no se apremia la realidad individual y egoista del ser humano che. Estos ya probaron y degeneraron en una orgía de petroleo y multimillonarios.
Al fin de cuentas es un problema de dos partes: demasiada información con un costo que no queremos pagar que tiene como victimas a gente que cree se merece lo que se le canta.
Post escrito por Santiago Pochat que se aburrió de escribir en The Collective Issue (su blog en inglés) y grita esporádicamente cosas elocuentes en Twitter como @sapochat