Cada vez más conocidos me cuentan que usan “charlas” con ChatGPT para atravesar un mal momento: desde una ruptura sentimental hasta la muerte de un ser querido o simples interacciones diarias. Y no puedo dejar de decirles que es un error.
Un analista humano puede incomodarte con preguntas duras, confrontarte con verdades incómodas o simplemente decirte: “estás equivocado”. Esa fricción —aunque molesta— es parte esencial del crecimiento. Un chatbot, en cambio, tiende a validar casi todo lo que decís. Y ese “confort” constante puede ser el inicio de un problema mucho mayor.
Leer completa