La vida de las palabras.

Por Santiago Pochat.

Partamos de la base de que las palabras tienen más de una definición. Que a veces esas definiciones conflictuan desde el contexto, o desde su proposición gramática. Vayamos más allá entonces: vayamos hacia qué es lo que nos confunde hoy sobre cómo definimos lo que nos rodea y hablemos de lo omnipresente. Hoy vamos a explorar dos términos, uno específico y uno más general.

Amigos

El número de Dunbar establece que sólo podemos mantener relaciones sociales estables con aproximadamente 150 personas en simultáneo. Es decir el número de personas de las cuales podemos estar pendientes (de manera consciente, claro).

¿Qué pasa cuando nos vemos frente a la libertad de expandir la capacidad de nuestro cerebro permitiendo mantener más conexiones, no menos reales, y tal vez más reales que nunca antes? La cuestión es que nuestro cerebro tiene una capacidad limitada para recordar tanto a corto como a largo plazo; por lo tanto, a medida que llenamos y sobre-escribimos, nos olvidamos de caras y nombres. Mas aún, a veces la información no se guarda de manera subconsciente porque nuestro cerebro está ocupado con otros procesos (highway hypnosis o automaticity, se le dice en inglés a esa sensación de estar en piloto automático). Por eso es que a veces necesitamos que alguien nos repita su nombre o que una cara nos resulta familiar sin saber de dónde ni de cuándo. La información queda guardada en partes incompletas que llenamos de manera automática cuando nuestra parte consciente tiene que usarla.

La interpretación de la palabra “amigos” se ha vuelto un tanto más general en cuanto nuestros “amigos” son todos, desde nuestros padres con Facebook hasta gente que conocimos una noche de juerga. Es una simplificación que busca motivar la super-conexión.

El concepto de amistad ha quedado degradado entonces por asociaciones simples: conocemos a alguien y la incorporamos en un banco de memoria externo –digamos, en este caso, Facebook- a fin de no olvidarnos y no perder esa conexión. Es una extensión más como lo fue la escritura en su momento. Al incorporarla, el hombre lo hizo como una manera de extender su memoria fuera de su capacidad limitada hacia un lugar de referencia. En concreto, lo que hacemos es tratar a Internet, y, en consecuencia, a su capacidad de comunicación, como una parte más de nuestra existencia diaria. Tanta es la necesidad de herramientas así que ya existen generaciones enteras que dependen de herramientas como las redes sociales a fin de ser socialmente incluidos, ¿o se imaginan a una persona de 14 años sin Facebook?

Estoy generalizando y hablando de un público en general, si estás leyendo esto probablemente me entiendas. No quiero ni hablar de la gente que no tiene acceso simplemente porque no es lo que nos ocupa hoy, a no ser trolls.

Persona

¿Qué nos define como tales? ¿Somos todos personas? ¿Algunos más o menos que otros?

El diccionario define la palabra como “individuo de la especie humana”. Pero yo busco otra definición más cercana al origen latino de la palabra, algo que defina qué nos define como personas hoy. Y es tan simple y claro que es difícil entender cómo no lo vimos antes.

Persōna – 1. Máscara 2. Personaje 3. Personalidad

Qué tanto nos hemos retrotraído hacia los antiguos griegos que hoy en día es justamente lo que somos. Ya sea por acto de transparencia y filtro o por mera ficción, somos todos personajes. Algunos parece que vivimos de menú en menú (Mariano, te estoy mirando) y otros directamente eligen una vida de ficción. No voy a nombrar nombres pero, hacer check-in en un lugar en el que no estás es muy fácil, y he visto a más de uno recorrer distancias enormes en minutos.

Las decisiones que tomamos a la hora de revelar son parte de nuestra personalidad, o al menos el reflejo consciente de lo que queremos para nosotros mismos. Tanto como antes tener algún tipo de teléfono móvil era un símbolo de estatus, hoy lo es tener una foto con alguien o revelar el hecho de que estás saliendo todas las noches porque en algún lado alguno de tus seguidores está en su casa preguntándose como él o ella está en su casa el viernes por la noche.

¿Quiénes somos entonces sino los personajes que elegimos representar en esta ficción semi-guionada a la cual llamamos social media?

Somos un reflejo de nuestra expectativa y no nuestra realidad.

La información -no importa el formato- es sujeta a ser transmitida tanto de manera consciente como de manera inconsciente, y por eso parte de ella cae absolutamente fuera de nuestro control. Existe un sesgo invisible que nos separa: la ansiedad social de ser popular, la de no sentirse solo o la del autocontrol. Porque esos filtros son más reales de lo que creemos, desde las citas que publicamos hasta las fotos que subimos a Instagram. Todas dicen algo (o nada) de lo que somos, hacemos o dejamos de hacer. Creemos que hay más secretos, que “nadie nos conoce” pero la realidad es que Internet y, más específicamente, eso llamado social media evolucionó la posibilidad de ser libre de manera anónima a ser esclavo de nuestras propias inseguridades.

Más persōnae que nunca.

Post escrito por Santiago Pochat que se aburrió de escribir en inglés y grita esporádicamente cosas elocuentes en Twitter como @sapochat. Si no se entiende le avisan.